domingo, noviembre 11, 2007

Bienvenidos al blog Semiótica de la vida cotidiana.
Después de una lectura semiológica y reflexiva frente al grupo de la Maestría en Diseño Gráfico Estratégico de la Universidad Vasco de Quiroga en Morelia Michoacán. De la carta de un varón a otro varón, que en breve comentaré, subo este material para abrir discusión.


La semántica cultural de la palabra éxito.

Para semiótica de la vida cotidiana.

Por Magdalena Ávila.

11 de Noviembre de 2007

Cuando preguntamos a diversas personas cuál es el sentido de la palabra éxito podemos identificar múltiples significados y puntualizar que éxito para hombres es concebido de manera diferente que para las mujeres. Ahí podemos descubrir una de las violencias más significativas que proviene de la forma de concebir la palabra éxito y que marca diferencias en los valores humanos que sustentan dicha concepción. Es decir, la cultura ha significado el éxito de manera diferente entre hombres y mujeres y con ello generar violencia simbólica al interior de los hogares y en las comunidades sociales. Ya que en estos estratos se adoptan sistemas políticos y económicos carentes de solidaridad, favorecedores de discriminación y perpetuadores de jerarquías. El sistema patriarcal legitima estas creencias al sustentarlas como “naturales”.

En las clases medias, es natural que los hombres desarrollen su intelecto mientras una “buena” mujer los apoya desde la privacidad de su casa, eduque a los hijos y construya a partir del trabajo doméstico un espacio adecuado para reproducir la fuerza de trabajo intelectual del marido y los hijos. Con todas estas acciones, las mujeres están siendo solidarias con sus parejas para que logren el éxito. En cambio, la sociedad patriarcal presiona de manera tajante a los hombres para que demuestren su éxito a partir de su potencialidad intelectual, empresarial y sexual, se trata de una lógica tendenciosa que atrapa a los varones a luchar por ser poderosos y protagonistas en espacios públicos. Por llegar a ser el jefe, el director o gerente a expensas de su tiempo productivo intelectual. Expropiándole tiempo emocional que puede brindar a su núcleo familiar. Algunas Mujeres dicen, “es que trabaja tanto, es un buen padre, que no tiene tiempo para estar con la familia” Cuántos hombres no llevan el trabajo a casa, para conseguir el aumento o la concesión de un nuevo proyecto productivo que se convierte en el éxito económico.

A los hombres, la sociedad los presiona de manera brusca para acumular una economía que los haga los mejores proveedores, los mejores amantes sexuales con una o varias mujeres y con ello demostrar su virilidad. Esta seducción cobra altísimos costos y les impide darse cuenta que no es cierto que el fracaso signifique impotencia y que el éxito no hace a la masculinidad.

Por su parte, las mujeres denuncian la competitividad a ultranza, la insalubridad en las relaciones humanas y la erradicación total de los afectos en los vínculos amorosos. La palabra éxito como acción, fomenta el individualismo de los hombres a expensas de la solidaridad de las mujeres. Hay que recordar que el camino al éxito es un camino de obstáculos que tenemos que librar y que el abordaje nos obliga a elegir diversas alternativas de acción.

El exitismo cuenta con estragos tan severos como lo son la salud psíquica y física, la superficialidad de optar por lo material, el infantilismo ilusorio de creer que el éxito es un pasaporte a la inmortalidad.

Para las mujeres, los significados del éxito son tan variados como contradictorios algunos de los ejemplos son, desarrollar su profesión, alcanzar una remuneración económica acorde con el prestigio profesional adquirido, vencer dificultades personales para alguna actividad específica, manejar una computadora, manejar un auto o dominar un idioma, adelgazar unos kilos, ser testigos de la realización de los hijos o de los progresos laborales del marido, mantener la armonía del hogar, ofrecer un rica comida en algún evento familiar, o terminar una carrera profesional que luego se subordina a la maternidad, concretar un viaje sin la compañía del marido, luego de 15 años de matrimonio. Si revisamos estos significados tiene que ver con cumplir objetivos. Nada que ver con la realización de haber salido a la esfera pública, los objetivos exitosos de las mujeres que explicamos pertenecen al ámbito privado.

Si buscamos el significado etimológico de la palabra éxito, nos ayuda a esclarecer su contenido, proviene del latín exitus, que significa resultado, y que a su vez proviene de exire que significa salida. La etimología nos remite a los resultados obtenidos de salir. Así, el haber superado una inhibición puede considerarse un éxito personal, la acción del éxito está conectada con la acción de salir al exterior como es el caso del éxito de los hombres. Ellos tienen un espacio público donde con frecuencia asumen el éxito en cualquiera de sus formas.

En el caso de las mujeres está conectado con el ser feliz, por que se tienen logros que acumulan felicidad y cuando el éxito les viene de afuera, después de haberse exhibido o protagonizado una acción que conllevó al éxito, lo viven de manera atemorizante, o como una amenaza. En este sentido, en el ámbito público se discrimina a la mujer por haber logrado un peldaño y se le sitúa con el haber prostituido su logro. ¿Tendrá esto algo que ver con las luchas de poder en el PRD, entre Noroña y Ruth Zavaleta?

El éxito en las mujeres tiene que ver también con el “techo de cristal” Clara Coria y Mabel Burín, lo definen como ese techo que al alcanzarlo no se puede traspasar, no se pretende alcanzar o no se quiere traspasar por los fantasmas femeninos de los arquetipos sociales. Uno de los temores al éxito sobre todo en mujeres, es el costo excesivo que se tiene que pagar, como lo es la soledad, la envidia, propia y ajena, que el éxito genera. Temor por la pretensión de exhibición y excitación que provoca el éxito y por consiguiente temor a la infelicidad. ¿El éxito hace desgraciada a la gente? Será ese otro fantasma que ronda. Lo podemos visualizar en algunos suicidios reconocidos en mujeres, como lo es el caso de María Antonieta Rivas Mercado, Marilin Monroe, Rosario Castellanos. ¿El éxito será un personaje apocalíptico que siembra pesares? Un temor reconocido en las mujeres es el quedarse “solas” sin el hombre con el que comparten su vida, ya que estos hombres se resisten a aceptar los anhelos de desarrollo personal de mujeres exitosas. ¿Alguien conoce o sabe quién es el marido de María de los Ángeles Moreno, Dulce María Sauri, Amalia García. Estos hombres si existen están en el anonimato, no en la escena pública con ellas. Como lo es el caso de Felipe Calderón, siempre a su lado su esposa repartiendo víveres a los damnificados en Tabasco.

Para los hombres el éxito les hace la vida más placentera, les amplía la posibilidad de rodearse de mujeres más jóvenes que ellos, atractivas, y seductoramente sensibles. El éxito lo asumen con el reconocimiento social, confort económico y la obtención de cuotas de poder en varios ámbitos. ¿Qué mujer no quiere encontrar a un hombre rico en la vida? La felicidad y el éxito se relacionan pero no son lo mismo, no significan lo mismo. Las mujeres que buscan hombres así, tienen la posibilidad de mantener el entusiasmo y vivir con plenitud sólo un tiempo, ya que éste es implacable. El tiempo hace que la tersura de la piel, se pierda, que el atractivo de la juventud disminuya y que la madre se convierta en un objeto prescindible, y que la mujer objeto se descarte, y que la mujer esclava baje su rendimiento por la edad.

Debido a lo anterior, es “natural” que las mujeres se circunscriban a sus roles afectivos y domésticos, así también, que estén al servicio del varón. Estos estereotipos se reproducen en clases pudientes o no pudientes, en las zonas urbanas o rurales, ciudades grandes y pequeñas.

En este mismo contexto, también, podemos encontrar forcejeos mutuos que hacen que hombres y mujeres dialoguen en la búsqueda del éxito personal. En donde se empiece a reacomodar los valores significantes de los éxitos, de las acciones y actitudes profundas. Vale decir que estos cambios entre hombres y mujeres se viven como crisis, luchas de poder o de sexos, los hemos visto desde los años sesenta, setenta u ochentas. En donde las parejas que han sobrevivido a estos cambios y que han reconsiderado nuevas formas de convivencia, han salido fortalecidos, en varios aspectos que van de lo económico a lo social. En los casos que no se han superado las crisis, vemos estadísticamente el incremento de divorcios preponderantemente promovidos por las mujeres, en donde la causal es la incompatibilidad de caracteres, como una muestra de cubrir con una mascara, la terrible desigualdad y la lucha de poder. La esencia del conflicto es no hacer implícito el éxito de ambos en la eterna negociación y aceptación de consecuencias. Es escribir contratos simbólicos y con cláusulas en letra chiquita.

Ya percibimos en la cotidianidad algunas parejas que viven con cambios sociales y democráticos bien definidos, parejas que viven el amor como una experiencia que no da privilegios de posesión, donde se valoriza la coherencia y se hacen las “cuentas claras” hombres y mujeres convencidos de una sociedad afectiva, hombres comprometidos a no exhibir su potencia y se animan a mostrar sus debilidades para recibir apoyo. Son hombres que aman a las mujeres por ser ellas, y no las reducen a sus roles significantes de madres, objetos, “esclavas” o “niñitas inmaduras”

En el caso del fantasma de la soledad cuando se tiene éxito, este es un mito, ya que la soledad no se reduce a la presencia física. Hay personas que están acompañadas y sienten soledad en compañía, así como hay personas que viven solas y se sienten muy acompañadas. Ni una afirmación ni la otra son concluyentes.

Para el caso de este artículo, es necesario considerar los aportes que te da la interpretación semiótica que se hace de la palabra éxito y de sus implicaciones en la vida cotidiana de hombres y mujeres, la resemantización en los hechos sociales, es decir, el cambio de significación social que se hace del éxito, es cambiar actitudes y descartar los mitos que alrededor de esta palabra se dan, ya que son necesarios, de no hacerlo persistirán no nada más los fantasmas femeninos, sino los masculinos también. ¿Qué puede hacer la semiótica de la publicidad en todo este campo? Bueno, pues resemantizar los campos semióticos en los mensajes que emitimos de marcas y productos, consolidar la creatividad publicitaria a los nuevos modelos que la sociedad ya está percibiendo. Ya que de no hacerlo los teórico de la comunicación, dirán que los publicistas están consolidando los poderes hegemónicos de los hombres a través de sus mensajes, que están sosteniendo los privilegios de los que gozan y que ejercen el poder sobre la otra mitad de la humanidad.