martes, marzo 24, 2009

Bienvenidos al blog Semiótica de la vida cotidiana de la maestra Magdalena Ávila Lara.
Profesora Universitaria.
En esta entrega quiero manifestar la reflexión de una lectura, he aquí mi escrito para que lo cuestionen, en breve, les entrego uno material sobre el significado de la industria del sexo.


El arte feminista.
Ávila Lara Ma. Magdalena.
Pintura, el feminismo y la historia.
Griselda Pollock
En esta lectura, podemos reflexionar sobre dos significados que muestran dos concepciones del cuerpo visto desde el arte feminista. Para empezar preguntémonos ¿Quién no ha visto la pintura de mujeres desnudas en los cuadros de Goya, pensemos en dos de sus cuadros más famosos, obras maestras del Prado, son La maja desnuda (1800-1803) y La maja vestida (1800-1803). Del año 1800 son también La condesa de Chinchón (todas se encuentran en el Museo del Prado), y otro de los retratos más hermosos y delicados de la historia del arte es La familia de Carlos IV, donde se muestra a la familia real con una sencillez y honestidad muy apartadas de la habitual idealización.
Cuando en el arte, el cuerpo femenino desnudo posa ante la mirada de un hombre, el artista, estamos percibiendo al hombre y a la mujer dentro de una jerarquía social diferente. Hay una representación simbólica del espacio del arte, vemos al artista y a su modelo, la tela y todos los campos semánticos de esta relación del discurso modernista de la pintura. Hacemos de esta escena una vista “natural”. La hemos aceptado por convención social y la aceptación viene por las veces que la hemos admirado. La reflexión crítica desde el punto de vista semiótico se da cuando vemos la relación compleja entre la pintura, el arte, el feminismo e historia, porque la colocación de los significados nos brinda dos contradicciones de dos cuerpos: el cuerpo del pintor/hombre demostrando su habilidad e inteligencia, un cuerpo creativo masculino de la cultura dominante y el de la modelo/mujer pasiva, tendida sobre su dorso mostrando su belleza que va a ser plasmada en su femineidad, en su belleza, cosificada.
Si el cuerpo de la mujer blanca a través de la historia, ha quedado plasmado en objeto y se ha cotizado en la materialidad de la fantasía y del arte, podemos reflexionar sobre cómo ha quedado el cuerpo de la mujer negra, brutalizado y violado por el esclavismo y el racismo. Este cuerpo negro se ha convertido en un sitio crítico de opresión y explotación, el lugar de las violaciones sociales, del campo del placer y el deseo. Al comentar la siguiente reflexión, un par de alumnas de la Universidad La Salle de Pachuca, me comentaron que circula en el Vox populi que la mujer blanca también la exhiben en la revista para caballeros denominada Play Boy y los cuerpos desnudos de las mujeres de origen africano en el National Geographic. Con ello, el patriarcado en el arte ha significado heridas hacia la humanidad, pero sobre todo en las mujeres por que las ha mostrado dependiendo la identidad de clase, raza, género y sexualidad. Por otro lado, el cuerpo de la mujer blanca ha quedado también plasmado en la representación del espectáculo y, representado como el cuerpo-objetivizado, cosificado, presente en una cultura hegemónica, donde hay una producción creativa de la presencia del cuerpo blanco en las construcciones del arte, la publicidad y otros espacios semánticos. Esto implica estrategias hegemónicas para insistir en la visibilidad través de la figuración y producción de iconos, generando una imagen social y psíquica, política y metafórica de nosotras mismas. El cuerpo es en sí mismo un signo, un espacio, una cualidad inerte. Con el cuerpo transitamos durante nuestro ciclo de vida y en ese transcurrir de tiempo se va modificando de acuerdo a cómo lo tratamos y cómo lo cuidamos, además de cómo lo mostramos.
Esta forma de ver el cuerpo, sobre todo en la pintura, ha desarrollado a partir de los años sesentas presiones contradictorias que han dado forma al pensamiento y a la práctica cultural feminista occidental mediante la interpretación de una serie de imágenes de cuerpos de estudio. De esta manera, “pintar” se privilegia en el discurso modernista como la forma artística más ambiciosa y significativa debido a su combinación de gesto y trazo, que por metonimia aseguran la presencia del artista. Inscriben una subjetividad cuyo valor es, por inferencia visual y denominación cultural, la masculinidad. El sujeto, el pintor, encontrado a través de las huellas de su acción sobre la tela es un yo, imaginando capaz de expresarse plenamente, libre de división y articulación, que produce significado directamente sin mediación de símbolos ni de signos. Produce una obra maestra, desarrolla en ella un significado simbólico sobre el cuerpo de la mujer. Pensemos en el nacimiento de venus de Botticelli, una mujer emergiendo del mar en una concha.
La crítica al arte del desnudo femenino radica en que en otros tiempos históricos no se tenía un discurso con el cual formular preguntas para cuestionar sobre los por qué o para qués las mujeres posan desnudas y los hombres no, y mucho menos responderlas. El problema ahora es encontrar conceptos con qué analizar la especificidad de las mujeres como sujetos de un mundo social e histórico, sin confirmar que esa particularidad no es nada más la diferencia, es decir que las mujeres, son sólo mujeres.
Las mujeres comparten la fantasía del ser creativo, desean ese espacio privilegiado de libertad imaginaria llamado estudio. Pero en este sentido, la teoría feminista, problematiza las nociones de del yo, de mujer, de sujeto, sosteniendo que no se trata de esencias, sino de fuentes presociales de significado, y de intrincadas construcciones en el espacio social y psíquico. La teoría cultural feminista rechazó por completo la idea de que el arte fuera una suerte de espacio en blanco donde depositar significados a través de la mirada singular y del gesto de autoafirmación. Si reflexionamos desde el punto de vista de la tesis histórica y materialista veremos que las teorías afirmativas y expresivas del arte insisten en que los materiales del arte son sociales, parten del sistema de significación social e históricamente determinados. El arte no es el espacio privado de la significación que se genera a sí misma, es una forma de política textual. La práctica textual está constituida institucionalmente. En la teoría del arte modernista, como indican las imágenes antes discutidas (del artista y la modelo), privilegia el estudio como un espacio diferenciado donde se produce el arte y se relega a la galería o a la exposición, la publicación o la conferencia de arte a lugares secundarios de circulación y consumo, un acto de interpretación o utilización que llega después del acontecimiento creativo singular.
Desde el punto de vista de la teoría feminista indica que el estudio, la galería y el catálogo de la exposición no están separados, sino que forman momentos interdependientes del circuito cultural de la producción y el consumo capitalista. También son conjuntos que comparten elementos dentro del sistema de significación que colectivamente constituye el discurso del arte, estos espacios son parte de prácticas económicas, sociales, ideológicas que constituyen la formación social en su conjunto.
Desde esta perspectiva podemos también reflexionar sobre la intercomunicación que tiene el arte como texto y el arte como institución. Por una parte, el arte como texto que representa una expresión que denota y connota una significación, porque nos muestra a través de la pintura, la parte objetiva y la esencia de la vida misma vista con la mirada del pintor, la interpretación que hace y lo expresa y, por otra, la del arte como la institución que expone al texto con fines de interpretación social y que exhibe cuerpos de mujeres que ante la mirada de los asistentes, convencionalizan el usufructo de la mercancía que se exhibe.
Justifican al arte con fines políticos hegemónicos y del patriarcado. Ya que no se puede acusar sólo a las galerías de sexismo, sino que es necesario cuestionar sobre los efectos políticos de las imágenes del arte como presencia simbólica, como figuración del ser artístico. La socialidad del arte es la cuestión de las instituciones. Se acepta el arte femenino pero lo que hacen es degradarlo a un objeto.
Desde este punto de vista podemos seguir reflexionando sobre la sexualidad en el campo visual, la cual rebasa el simple reconocimiento de las figuras que intervienen en la formación de estereotipos de género. Y también se acepta que la parte voyerista, el narcisismo y el exhibicionismo se manifiesta en esta representación, el cuerpo de la mujer se perpetúa en los espacios de representación. Y casi nunca se presenta con mutilaciones, desintegraciones físicas. Siempre se mostrará el cuerpo estéticamente perfecto cuya belleza y armonía desplaza la amenaza de carencia. De ahí la aceptación de que el cuerpo de la mujer debe verse perfecto, presentarse ante el mundo de manera bella para que el hombre pueda eludir toda carencia. La posición de las mujeres, en este sentido, se somete a la fantasía y se acepta la economía de la visión de que el que mira es el hombre y la que es mirada es la mujer.
El cuerpo nunca es visto con las transformaciones que el tiempo le ha dado, el cuerpo viejo ya no es digno de pintarse. El cuerpo es visto sin vello púbico y sin indicación alguna de genitales, se oponía al silencio impuesto a las mujeres, en una metáfora se puede comentar que las mujeres sólo podían hablar en la pintura a través de sus labios genitales. El artista masculino expresó su arte con mujeres, veamos a Diego Rivera y sus torsos expresados de Dolores Olmedo junto a los alcatraces.
La sexualidad es una representación y el lenguaje visual de la pintura del arte lo expone de muy diversas maneras. La lectura que podemos hacer de estos frescos es mirarlos con detenimiento y que ellos mismos hablen y nos expliquen la promesa hacia la libertad de la modernidad, que vista desde estos ángulos, podemos observar y hacer crítica en la pintura, podemos descubrir las diversas formas de vida cotidiana que tenían las mujeres a través de los siglos. La historia del arte, mirada a través de los múltiples artistas nos permite hacer una crítica feminista del arte y descubrir un lenguaje simbólico, podemos encontrar la reclusión de las mujeres en el espacio privado, como es el caso de los cuerpos de las meninas. La violencia social o física que esos cuerpos han tenidos en sus vidas como es el caso de las dos fridas de Frida Khalo. “Pies para que los quiero si tengo alas para volar” dijo la artista. A través de la crítica feminista en el arte podemos hacer lecturas significativas.
Jurgen Habermas dice que la modernidad se especializa para que veamos en la vida social tres visiones importantes, la ciencia, es decir todo lo cuestionemos a partir de la razón que te da el conocimiento; la moral, podemos cuestionar sobre lo que es del bien o del mal, del deber ser; y la estética, también denominada filosofía o teoría del arte, relacionada con la esencia y la percepción de la belleza y la fealdad. La estética se ocupa también de la cuestión de si estas cualidades están de manera objetiva presentes en las cosas, a las que pueden calificar, o si existen sólo en la mente del individuo; por lo tanto, su finalidad es mostrar si los objetos son percibidos de un modo particular (el modo estético) o si los objetos tienen, en sí mismos, cualidades específicas o estéticas. La estética también se plantea si existe diferencia entre lo bello y lo sublime.
Hay mujeres que a través del arte se permitieron un poco de autonomía en el arte, de ahí la trascendencia de Frida Khalo, por que adoptaron en su vida ese espacio de libertad que les dio la pintura. Ahí se imaginaron libres en sus espacios, en sus estudios, ya que fuera de ellos volvían a ser mujeres olvidadas, soslayadas y no reconocidas en un ambiente dominante y culturalmente masculino.